tercera revolución Jeremy Rifkin
Ide(eco)logia

Un Nuevo Mundo

La tercera revolución industrial de Jeremy Rifkin. La nueva era económica y social del siglo XXI, donde convergen la comunicación de internet, la energía renovable y el transporte inteligente.

Thomas Paine fue un político, escritor, filósofo, intelectual radical y revolucionario americano de mediados del siglo XVIII. Promotor del liberalismo y la democracia, fue uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. Suya es la afirmación de que «cada generación debe ser libre para crear el mundo de nuevo». Marcado por su pensamiento avant-guarde, Paine se quedaría estupefacto al observar tres lacras del mundo en el que vivimos:

  • La desigualdad económica descomunal que padecemos, donde la fortuna combinada de las 85 personas más ricas del planeta equivale a la mitad de la población mundial, 3.5 mil millones de personas.
  • La crisis climática, donde continuamos batiendo records, con un 2018 en el que hemos lanzado las mayores emisiones de carbono jamás registradas a nuestra atmósfera. Científicos señalan que nos quedan 12 años para limitar la catástrofe del cambio climático.
  • Los nacionalismos emergentes que plantean políticas insulares y atacan agresivamente la inmigración, instituciones y tratados internacionales – siempre empleando el miedo, la manipulación y la mentira como armas.

La mayoría de la generación millennial y la generación X es consciente de estos tres aspectos. Somos más progresivos con nuestras inclinaciones políticas, más activos en concienciación medioambiental y más vocales al señalar las desigualdades económicas sociales existentes. Nosotros seremos los que accionemos el cambio a una nueva era económica y social; el gurú económico Jeremy Rifkin la denomina la tercera revolución industrial.

Las grandes revoluciones económicas se componen de tres ingredientes esenciales que generan los importantes avances sociales y económicos: (i) una nueva tecnología de comunicación; (ii) un nuevo sistema energético; (iii) una nueva forma de transporte. Cuando estos tres ingredientes convergen, se producen cambios en nuestra sociedad, nuestros gobiernos, nuestra economía y nuestros hábitats.

La primera gran revolución tuvo lugar en el siglo XIX. En ella convergieron la tecnología de la imprenta de vapor, que influyó en mejorar el poder de comunicación entre la población; el carbón como principal fuente de energía; y los ferrocarriles y locomotoras, como nuevas formas de transporte. La unión de las tres propició una revolución en el desarrollo de la actividad comercial.

El siglo XX fue testigo de la segunda gran revolución, donde nuevamente se produjeron simultáneamente la aparición de una nueva tecnología de comunicación – el teléfono, seguido por la radio y la televisión; un nuevo sistema energético, principalmente el petróleo y el gas; y nuevas formas de transporte gracias al motor de combustión interna (coches, camiones, autobuses).

En ambos casos, la energía, la comunicación y el transporte han estado en manos de una élite – principalmente por que requieren grandes inversiones de capital, una estructura de mandato de arriba a abajo, y la necesidad de centralizar la producción y distribución para maximizar la eficiencia.

A medida que ha ido pasando el tiempo, las condiciones de vida de una gran parte de la sociedad mundial ha ido mejorando, pero al mismo tiempo, la brecha económica con la élite ha aumentado de manera abusiva. Dos ejemplos: (i) En EEUU durante los años 80, un CEO ganaba 30 veces más que el sueldo medio de sus empleados. El año pasado el ratio de compensación laboral CEO vs trabajador fue de 312 frente a 1. (ii) En el Reino Unido, los principales CEOs tardan 3 días en ganar el sueldo medio anual de un trabajador – es decir, media mediana de £3.45 millones anuales de los CEOs de compañías del FTSE 100 frente a £28,758 sueldo medio trabajador.

Adicionalmente, el ritmo de explotación de recursos de nuestra tierra para producir bienes, servicios y energía, está arrasando nuestro ecosistema y emitiendo crecientes emisiones de carbono a nuestra atmósfera, haciendo peligrar nuestra biosfera y nuestra propia existencia. El cambio climático está ocurriendo más temprano y más rápido de lo esperado.

Tras el terremoto de los $148 (precio récord que alcanzó el petróleo Brent en julio 2008), y su réplica meses más tarde en forma de crisis financiera, los gobiernos, empresarios y la sociedad civil debatieron y accionaron medidas fiscales, laborables y reformas de mercado, para incentivar el crecimiento económico y disminuir el desempleo. Estas medidas no han logrado su objetivo. La productividad ha estado disminuyendo en los últimos 20 años y como consecuencia, el crecimiento global está ralentizándose.

Si bien disponemos de mejores máquinas y una mano de obra cualificada (estos son dos factores que influyen directamente en el incremento de la productividad), existe un tercer factor que hasta hace recientemente no se tomaba en consideración y es el que mayor peso tiene en la ecuación de la productividad: la eficiencia agregada (aggregate efficiency).

Nuestro desarrollo económico implica extraer materia de nuestro planeta que procesamos en nuestra cadena de valor. La almacenamos, la transportamos, la procesamos y la empleamos para producir bienes y servicios, los cuales consumimos. En cada paso de esta conversión de la materia, invertimos – o perdemos – energía para transformar la materia en un bien o servicio final. La eficiencia agregada es el ratio del trabajo o energía que potencialmente se emplea para producir el bien o servicio, frente a lo que realmente se está invirtiendo en la cadena de valor.

Economistas han medido la eficiencia agregada de países a la hora de producir bienes y servicios. EEUU tiene un 14%, Alemania un 18.5% – y los más eficientes en el planeta son los japoneses, con un 20% de eficiencia agregada en su productividad. Este es nuestro techo como civilización.

No logramos superar la eficiencia agregada y aumentar nuestra productividad, porque nuestra economía esta enchufada a una plataforma de combustibles fósiles.

Sin embargo, la irrupción en el siglo XXI de una nueva tecnología de comunicación, un nuevo sistema energético y un nuevo modo de transporte pueden despegarnos de una segunda revolución industrial en declive y altamente contaminante, y colocarnos en una tercera revolución industrial limpia y sostenible con el potencial de cambiar nuestra sociedad y ecosistema como nunca antes visto.

La comunicación virtual comienza a convergerse con una incipiente energía renovable y una red de transporte automatizada y de GPS. La interconexión de estos tres elementos crea la plataforma llamada «Internet de las cosas». En esencia, es una nueva infraestructura tecnológica, arropando y conectando los tres elementos. Toda la data generada a través de ella contribuye de manera positiva en la actividad económica.

Todo esto puede sonar como ciencia ficción. No lo es. La Unión Europea anunció en junio 2018 una propuesta para invertir 9.200 millones de euros entre 2021 y 2027 en la plataforma «Internet de las cosas» bajo el programa «Europa Digital». Apareció escuetamente en los medios de comunicación y seguramente pocos se acuerdan de ello. China está siguiendo estos mismos pasos con la iniciativa «Made in China 2025». La América inculta de Trump o la de Bolsonaro, contrarias e incapaces de asimilar las evidencias científicas, naturalmente se mantienen en la segunda revolución industrial – en el caso de EEUU, hasta 2020, confiemos.

Si bien la tercera revolución industrial incrementa nuestra eficiencia agregada y aumenta nuestra productividad al no depender de energía fósil, sino en las energías limpias y gratuitas del viento y el sol, quizás el aspecto que considero de mayor interés sobre la convergencia de la comunicación de internet, la energía renovable de internet y el transporte de internet, es el desarrollo de un nuevo sistema económico – la economía colaborativa – la cual convivirá con la economía de mercado.

Esto ya es una realidad en la comunicación de internet, que cuenta con unos costes marginales extremadamente reducidos y donde 3 mil millones de personas se han unido bajo una economía colaborativa. En 25 años la comunicación de internet ha evolucionado a pasos de gigante. Hoy, producimos música a costes ínfimos que lanzamos al público a través de SoundCloud o Spotify. Generamos contenido original de vídeo que compartimos a través de YouTube. Escribimos libros que ofrecemos en formato e-book. Editamos y compartimos conocimiento a través de Wikipedia. Creamos productos artesanos y los vendemos a través de Etsy. Ofrecemos productos de segunda mano a través de Wallapop o eBay. Obtenemos ingresos adicionales de nuestra vivienda a través de Airbnb. Reportamos noticias a través de redes sociales y blogs. Todo esto lo podemos hacer de manera altruista o a cambio de una transacción monetaria. La clave aquí es que se reducen los intermediarios y la conexión es más directa y personal.

Todo esto ha convulsionado la industria de la música, la televisión y cine, los periódicos y revistas, la imprenta, el sector hotelero – pero este cambio, que todos hemos notado y muchos han sufrido, empujándoles a reciclarse o reinventarse, está dotado de beneficios universales que no se pueden obviar.

Y continuará. El sector de transporte se verá impactado por el carsharing. Estudios estiman que en dos generaciones eliminaremos el 80% de los vehículos en el planeta (al igual que ocurrió hace ya un siglo con los caballos como método de transporte al aparecer Henry Ford y su Ford Modelo T) al abrazar plenamente el carsharing y/o los Ubers del siglo XXI (los servicios de estos últimos podrán ser ofrecidos vía App por individuos agrupados en cooperativas en vez de corporaciones). El resto de vehículos que permanezcan circulando en nuestras carreteras (se estima 200 millones), serán eléctricos, alimentados por energía renovable.

El sector de las grandes compañías energéticas también se verá afectada. Individuos, comunidades, cooperativas y empresas generarán su propia energía renovable y volcarán los excedentes producidos al sistema de energía renovable de internet que alimentará con energía otras zonas que lo necesiten.

Esta economía colaborativa continuará, se expandirá y convivirá con la economía de mercado.

Economía colaborativa aparte, ¿cómo se financia la transición a la tercera revolución industrial y cómo nos afectará?

Iniciativas de financiación para construir la infraestructura de la tercera revolución industrial ya han comenzado a materializarse en Europa bajo el programa «Europa Digital», «Industry 4.0» en Alemania y «Made in China 2025» en China. Economistas como Rifkin establecen que se necesitarán dos generaciones de trabajadores (no cualificados, semi-cualificados y profesionales) para construir toda la infraestructura inteligente, principalmente en el sector energético. Aquí convergen la mano de obra (humana, no robótica) de las telecomunicaciones, el cable, la informática, los bienes de consumo eléctrico, el transporte, la logística, la construcción y las inmobiliarias. Todas son necesarias para equipar y convertir nuestros bienes en partícipes de la energía renovable de internet – desde edificios inteligentes, pasando por infraestructura energética, equipos de monitorización o baterías de almacenamiento de energía y de distribución.

Aparte de proveer de trabajo y reducir el desempleo, la buena noticia es que toda esta inversión, financiada por gobiernos, empresas y capital privado, se puede recuperar a través de los ahorros energéticos que nos brindan las energías renovables.

Dos datos reveladores sobre los costes de las renovables: (i) el precio de los paneles solares se ha reducido en más de 100 veces desde la década de los 70: desde $76.67 / watt en 1977, hasta $0.74 / watt en 2013. En el 2018 nos colocamos en $0.50 / watt y seguimos bajando. El decrecimiento exponencial de los costes fijos de renovables sigue el mismo camino que experimentaron los ordenadores hace 60 años. (ii) en 2017, el coste de producción de 1 mega-watt-hora fue de $50 para la energía solar y $45 para el viento, frente a $102 para el carbón o $148 para la nuclear.

Pero existe otro ingrediente indispensable para lograr esta convergencia de la comunicación de internet, la energía renovable de internet y el transporte de internet, que tantos beneficios puede cosechar a nuestra sociedad y al planeta en general: un cambio en la conciencia humana. Esto es muy importante. La tecnología por si sola no nos conducirá a esta visión plenamente factible. Nosotros, la sociedad humana, debemos aportar nuestro grano de arena.

Y aquí es donde tengo mis esperanzas en la generación millennial, y en la generación X – que es la que me toca.

Si en algo nos diferenciamos de los baby-boomers es en nuestra definición de estas tres ideas:

Libertad. Los baby-boomers definen la libertad como autosuficiencia, autonomía e independencia. Son insulares, tipo isla a lo Brexit. La nueva generación asocia la libertad, no solo y exclusivamente con autosuficiencia, autonomía e independencia, sino también con la posibilidad de tener acceso a otras personas y redes, ser abierto, ser diferente, ser uno mismo.

Poder. Los baby-boomers se rigen por la estructura piramidal, de arriba a abajo, lo que dice uno lo debe seguir la multitud. La nueva generación asocia el poder con la estructura horizontal y lateral. Ese «We are the 99%».

Comunidad. Los baby-boomers se escudan en sus naciones, sus nacionalismos y sus banderas que luchan por recursos finitos en una batalla de gallos contra otras naciones donde nadie gana. La nueva generación muestra desdén hacia los movimientos geopolíticos que tanto sufrimiento y tan poco productivos resultan. Nuestra idea de comunidad está volcada en la conciencia de conservar y nutrir nuestra biosfera, nuestro planeta, que tanto nos inspira y con la que estamos directamente unida, y cuidarla para la próxima generación.

Un Nuevo Mundo es posible. Tenemos la tecnología y el conocimiento para lograrlo. Por mucho que las viejas escuelas traten de reanimar la ya obsoleta segunda revolución industrial y extender la dependencia sobre los combustibles fósiles, que no hace más que aumentar la brecha social y agravar el cambio climático, nunca lo lograrán. No caigamos en la trampa de los nacionalismos que únicamente presentan soluciones estériles y plantan discordia para sus propios beneficios. Entendamos la realidad y la oportunidad que tenemos. Comprendamos que estamos rozando el cambio. Impliquémonos en materializarlo.

Todas estas palabras no podrían haberse escrito sin el análisis de Jeremy Rifkin, teórico económico y social americano, escritor, asesor político y activista. Ha contribuido activamente, sin honorarios, en asesorar a la Unión Europea, al parlamento europeo y a varios dirigentes europeos desde el año 2000, en temas relativos a la economía, el cambio climático y la seguridad energética. Recientemente, ha estado asesorando también a China. Esta considerado como uno de los 10 pensadores económicos más influyentes de nuestra época.

Si queréis saber más acerca de este tema, no me preguntéis a mi, indagar en Rifkin y su trabajo. Informaros sobre los planes europeos y chinos. Informaros sobre las ideas y convicciones que vuestros políticos tienen sobre la tercera revolución industrial – y tenedlo en cuenta a la hora de votar. Apoyar la economía colaborativa. Contribuir para que la comunicación de internet sea la mejor versión de nosotros mismos. Y apostar en todo lo que podáis por las energías renovables.

Cada generación debe ser libre para crear el mundo de nuevo.

Fuentes:

La tercera revolución industrial de Jeremy Rifkin – la nueva y radical economía colaborativa: https://www.youtube.com/watch?v=QX3M8Ka9vUA&list=LLhXGLDTsMbgKOYniNJ5xfsw&index=5&t=1559s

Batiendo records en emisiones de carbono en 2018: https://www.theguardian.com/environment/2018/dec/05/brutal-news-global-carbon-emissions-jump-to-all-time-high-in-2018

Tenemos 12 años para limitar la catástrofe del cambio climático: https://www.theguardian.com/environment/2018/oct/08/global-warming-must-not-exceed-15c-warns-landmark-un-report

La amenaza de la polución de combustible fósil – desde el medio-ambiente hasta los embarazos y los más pequeños: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5800116/

Nacionalismos en el mundo occidental: https://www.ft.com/content/59a37a38-7857-11e8-8e67-1e1a0846c475

Millennials en política: https://www.theatlantic.com/politics/archive/2018/06/post-millennial-voters/563684/

Diferencias salariales CEO vs. trabajador: https://www.epi.org/publication/ceo-compensation-surged-in-2017/

Diferencias salariales CEO vs. trabajador: https://www.theguardian.com/business/2018/jan/04/fat-cat-thursday-top-bosses-earn-workers-annual-salary-by-lunchtime

Crecimiento global: https://www.mckinsey.com/featured-insights/employment-and-growth/can-long-term-global-growth-be-saved

Crecimiento global: https://www.mckinsey.com/featured-insights/employment-and-growth/new-insights-into-the-slowdown-in-us-productivity-growth

$148 precio record petróleo Brent: https://www.reuters.com/article/us-markets-oil/oil-hits-record-above-147-idUST14048520080711

Europa Digital: http://europa.eu/rapid/press-release_IP-18-4043_en.htm

Industry 4.0: https://www.gtai.de/GTAI/Navigation/EN/Invest/Industries/Industrie-4-0/Industrie-4-0/industrie-4-0-what-is-it.html

China 2025: https://www.csis.org/analysis/made-china-2025

Precio de los paneles solares: https://cleantechnica.com/2015/12/05/solar-power-prices-low-future/

Coste de la energía en 2017: https://www.lazard.com/perspective/levelized-cost-of-energy-2017/

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